En Argentina, el seguro es visto como un costo y no como una inversión en resguardo, porque hay nociones básicas del ahorro que aún debemos aprender para no estar expuestos a una constante incertidumbre.
n la Argentina, uno de los inversores institucionales clave es el sector de seguros, que representa el 3% del PBI nacional. Si analizamos que en las principales economías del mundo la participación de la actividad aseguradora alcanza el 10 % de su Producto Bruto Interno y que estos países representan el 80% de la producción mundial en materia de seguros, es evidente que aún nos queda un amplio camino por recorrer, tanto a nivel nacional como regional.
Independientemente de las ambivalencias económicas de nuestro país, el sector de seguros suma nuevos actores año tras año. La radiografía es clara: empresas que efectúan inversiones importantes y que emplean directa o indirectamente a una gran cantidad de personas, pero, sobre todo, una industria que genera un efecto multiplicador en otras actividades.
Ahora bien, si el sector genera todas estas bonanzas, ¿por qué en Argentina su desarrollo sigue siendo incipiente?
Además de observar el porcentaje del PBI que abarca en un país, lo que realmente marca la prosperidad o no del mercado asegurador de una nación, es su índice de profundización. Esto se vincula con el alcance de los seguros que trascienden los bienes materiales, fundamentalmente, los seguros de vida. En la Argentina, si bien hubo un aumento durante un 2020 de pandemia, aún su desarrollo es insignificante en comparación con Europa y Estados Unidos.
Según un informe realizado por el BID, los seguros que van más allá de lo material son menos usuales en los mercados poco desarrollados por la ausencia de cultura aseguradora y la demanda insatisfecha de herramientas financieras de protección y ahorro.
Detrás de esto hay una serie de razones: la responsabilidad de los entes reguladores, que deberían potenciar la inquietud de las diferentes empresas para apostar a nuevos productos de seguros; las mismas empresas de seguros, que deberían generar aún más consciencia sobre la importancia de tener diferentes coberturas y, fundamentalmente, la falta de educación financiera.
Si bien finanzas y cultura aseguradora no son exactamente lo mismo, son conceptos estrechamente relacionados.
El Banco Central indicó en 2018 que un 76% de la población argentina ignora la posibilidad de invertir en bonos. En contraposición, países como Inglaterra, España, Estados Unidos y Canadá, son pioneros en ofrecer educación integral financiera.
¿Cómo repercute esto en la cultura aseguradora? En Argentina, el seguro es visto como un costo y no como una inversión en resguardo, porque hay nociones básicas del ahorro que aún debemos aprender para no estar expuestos a una constante incertidumbre.
A partir de ahí es lógico que la industria aseguradora de nuestro país se componga básicamente por commodities, entre los que se destacan los automóviles, las motos, las viviendas y los comercios.
Si bien hay compañías que lanzan productos innovadores como, por ejemplo, las coberturas para mascotas o bicicletas, no siempre funcionan. A veces por factores económicos directos, pero en muchas oportunidades por la imposibilidad de reconocer que no se está "gastando" dinero, sino que se está invirtiendo en la protección de un bien.
Desde una perspectiva global, en los Estados Unidos, si una persona vive en un edificio que cuenta con terraza, esta debe estar asegurada por si una teja vuela e impacta sobre una persona. En España, por ejemplo, las personas utilizan microseguros para las actividades deportivas, seguros para los drones y hasta una cobertura para el cyberbulling que pueden sufrir los jóvenes.
Hay aspectos más banales y otros más trascendentes, lo cierto es que las coberturas brindan certidumbre, y una sociedad con cultura aseguradora tiene como premisa básica la mirada a largo plazo.
FUENTE: www.perfil.com